SEMANA – Las ciencias sociales también deben responder a los cambios digitales
Delphine Grouès, experta en pedagogía, habló con Semana Educación sobre el papel de los maestros de las ciencias sociales en la búsqueda de la innovación. Las clases deben ser interdisciplinarias y activas para adaptarse a las nuevos modelos de enseñanza.
Como a la filosofía, a las ciencias sociales también se les ha cuestionado su relevancia en el mundo actual. Por un lado, se cree que esta ciencia no cuenta con grandes descubrimientos como sucede en las ciencias exactas, y por otro, cada vez es más fuerte la idea de que el concepto de innovación y la articulación con las tecnologías no se aplican en las ciencias sociales y políticas.
Por esta razón, en la Cumbre Líderes por la Educación 2017, el evento más importante del sector educativo, se abordará a profundidad la relevancia de las ciencias sociales en la actualidad y su papel en la formación innovadora. En el contexto de este evento, varios expertos en esta materia compartirán su conocimiento el 20 y 21 de septiembre en el Cubo de Colsubsidio en Bogotá.
Una de las ponentes de la Cumbre es Delphine Grouès, la actual directora de Estudios e Innovación Pedagógica de Sciences Po (Instituto de Ciencias Políticas, París) una de las instituciones más prestigiosas en Ciencias Sociales y Políticas de Francia, en donde han estudiado presidentes de ese país como François Hollande y Nicolas Sarkozy. En esta institución, Grouès está a cargo de la implementación de políticas académicas y el desarrollo de metodologías y herramientas pedagógicas innovadoras.
Semana Educación la entrevistó para conocer cómo innovan los profesores de Sciences Po y cuál es la relación de las ciencias sociales con las nuevas tecnologías para mejorar la educación.
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Semana Educación (S.E): ¿Cómo ha sido su trabajo como directora de Estudios e Innovación Pedagógica de Sciences Po y cuáles han sido sus más grandes retos?
Delphine Gróes (D.G): Sciences Po creció en término de número de estudiantes y de profesores en los últimos 20 años (hay 4.500 profesores). Frente a ese notable aumento, se decidió crear un laboratorio de pedagogía activa que tuviera tres objetivos principales: valorizar todas las iniciativas pedagógicas innovadoras creadas por los profesores para compartir sus experiencias y así preparar un terreno fértil para nuevas ideas; apoyar esas ideas para que los docentes lancen sus proyectos pedagógicos en clase, y crear un lugar de evaluación de los proyectos realizados y de acompañamiento de la facultad. El reto más claro es cómo acompañar a los profesores que tienen especialidades o profesiones muy diversas, estudiantes de varios niveles, experiencias de enseñanza variadas. Nos propusimos responder a estos retos uniendo las fuerzas innovadoras de nuestra institución y partiendo de las experiencias más exitosas.
S.E.: De acuerdo con esa experiencia, ¿cómo enseñan los profesores de Sciences Po?
D.G.: Los profesores en Sciences Po suelen proponer formatos de cursos que privilegian la interacción con los estudiantes. Esta pedagogía activa, que reemplaza la tradicional (un maestro que dicta conocimientos a estudiantes que toman apuntes) es el corazón de nuestro proyecto educativo.
S.E.: ¿Cómo pueden innovar las ciencias sociales?
D.G.: Se suele vincular la innovación al campo de las ciencias duras, de la tecnología. Lo que nosotros queríamos poner en tela de juicio, era que las ciencias sociales - a menudo asociadas a campos más tradicionales - no solo saben innovar, sino que es una obligación para preparar a los estudiantes lo mejor posible a los retos del mundo de hoy y mañana.
Por ejemplo, estudiar Historia o Sociología les debe ayudar para entender la sociedad en la que estamos y, sobre todo, cómo las ciencias sociales les pueden entregar una herramienta analítica sólida con la que ellos pueden tomar una distancia, evaluar una situación, llevar a cabo una acción y proponer alternativas.
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S.E.: ¿Puede nombrar algunos ejemplos de cuándo las Ciencias Sociales innovan?
D.G.: Por ejemplo, en dos de mis clases, una de Historia y otra de Derecho, usamos formatos como la ilustración y una página web para subrayar el vínculo entre la teoría y la práctica. Se propuso que los estudiantes llevarán a cabo investigaciones profundas en pequeños grupos, con la intención de exponer esa investigación a un público que no conocía el tema. Eso los animó a pensar en el medio más conveniente para transmitir información densa. Al final, se creó una exposición de ilustraciones y una página web titulada Museo de la Justicia.
En término de cambio de currículo, diversos programas crearon clases interdisciplinarias de ciencias sociales y ciencias duras, como las humanidades y la cultura digital, o la política pública y la inteligencia artificial. Es determinante que los estudiantes se acostumbren a cambiar de maneras de proceder, a saber pensar por sí mismos y trabajar en grupo, que no paren de enriquecer sus esquemas de pensamientos para lograr responder a los retos de un mundo en evolución continua.
S.E.: En Colombia los profesores de Ciencias Sociales aseguran que no cuentan con mucho tiempo para hablar de historia, antropología, política, etc. ¿Se puede ser innovador con tan poco tiempo de clase y con tanto por enseñar?
D.G.: Esta pregunta es una pregunta omnipresente a la hora de hablar de currículo. La cuestión de las horas, de elección de temas y asignaturas, de la exhaustividad, está siempre al centro de los intercambios sobre el tema. Frente a las horas, que siempre serán limitadas, el reto es asociar el objetivo pedagógico, la asignatura y el formato para que logren tener la fusión más productiva. Y esto es sin hablar del perfil del profesor, ni a la variedad del público estudiantil a la que se debe adaptar. Por eso, la pedagogía es todo un arte; necesita su estructura, una base sólida, pero también necesita la flexibilidad necesaria a toda acción que involucre la interacción humana.
S.E.: ¿Existe una fórmula secreta para ser innovador en clase?
D.G.: Es difícil establecer una fórmula con un porcentaje. Creo más en la adaptación de los profesores al público suyo, dependiendo de las áreas en las que ellos estén más cómodos. Unos pueden manejar perfectamente un debate, ayudar una reflexión colectiva; otros preferirán pasar por otros métodos, como animar a que sus estudiantes creen, encuentren un análisis propio. Al final, la pedagogía es una alquimia, cuya fórmula puede variar según el contexto y los perfiles de sus actores principales.